El Gobierno de Estados Unidos acaba de cerrar otro capítulo de la Guerra Fría al formalizar este viernes el retiro de Cuba de su Lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo, una condición sine qua non que exigía La Habana para impulsar el restablecimiento de relaciones.
Treinta y tres años después de sancionar a Cuba por respaldar a las guerrillas latinoamericanas, albergar a miembros de ETA y a fugitivos de EEUU, la medida es un paso crucial en la normalización de relaciones, tomando en cuenta la estrategia del presidente estadounidense Barack Obama.
El Congreso de Estados Unidos tenía 45 días para pronunciarse sobre la decisión anunciada el 14 de abril por Obama, con la opción de presentar un proyecto de ley para tratar de revocarla, algo que no se produjo debido a trabas jurídicas, como revelaron congresistas.
Al expirar el plazo, el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, procedió a cumplir lo exigido por la ley materializándose este viernes la exclusión.
EEUU sigue teniendo “importantes preocupaciones y desacuerdos sobre una amplia gama de políticas y acciones de Cuba”, pero que están “fuera de los criterios pertinentes” para ser visto como Estado terrorista, indicó en un comunicado un portavoz del Departamento de Estado, Jeff Rathke.
Las bases que sustentaban la inclusión de Cuba carecían de peso y eran “un error histórico”, a juicio de los expertos, pues en estos momentos Cuba es garante de los diálogos de paz entre la guerrilla de las FARC y el Gobierno colombiano.
“Durante años, los argumentos que justifican la permanencia de Cuba han desaparecido poco a poco, llegando a ser más política que de hecho”, dijo Tomás Bilbao, presidente de think tankCuba Study Group.
Irán, Siria y Sudán permanecerán en la lista terrorista donde hasta 2008 estuvo Corea del Norte. Libia la dejó en 2006.
El embargo es ahora la segunda gran piedra de tranca jurídica entre los dos países, pero es el Congreso estadounidense el facultado para derogarlo: aquí Obama está atado.
La Habana desde hoy gana cierto oxígeno en lo que se refiere a importaciones desde EEUU sobre determinados productos, la elegibilidad para la asistencia exterior y ayuda humanitaria estadounidense, así como la supresión de algunas regulaciones de la Comisión del Mercado de Valores para empresas que inviertan en la isla.
El Gobierno cubano técnicamente puede recurrir a la banca internacional, pero en la práctica no podrá hacerlo porque la red de sanciones obligan a Obama a vetar préstamos a la isla, so pena de reducir aportes a la entidad que lo haga.
Para Cuba, los mayores obstáculos en el proceso de deshielo eran, hasta ahora, su presencia en la lista del terrorismo y la carencia de un banco con el que pudiera operar su Sección de Intereses en Washington, y ambos están resueltos.
La devolución de la base naval de Guantánamo, bajo control de EEUU, es un punto que Washington descarta negociar.
El próximo paso debe ser el anuncio de la reapertura de embajadas. Para Estados Unidos el trámite es un formalismo de “cambio de estatus” que tardaría 15 días.
El escollo para Obama se presentará en el Senado dominado por la oposición republicana, que deberá ratificar al futuro embajador en Cuba, una nominación que si bien puede vetar, para la Casa Blanca no es problema, ya que tiene embajadas que han operado con encargados de negocios, como actualmente en Venezuela.
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